Ama mayo
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Madrid (Madrid)
Disco Pizarra -Tenor Juan García, El Trust de los Tenorios, La Alegría del Batallon Parlophon 26.046 Disco Pizarra -Tenor Juan García, El Trust de los Tenorios, La Alegría del Batallon Parlophon 26.046 JUAN FRANCISCO GARCÍA MUÑOZ. EL TENOR DE LOS REYES. Juan Francisco García Muñoz nació en Sarrión el 8 de marzo de 1896, unos meses más tarde, el 27 de julio de ese mismo año, moría en Madrid el otro gran tenor turolense, Andrés Marín. Ausencia que algún tiempo después habría de suplir en los escenarios el sarrionense. RESUMEN EN EL HERALDO 21-04-2011 Ver también UN TENOR EN LA CORTE DE ALFONSO XIII Su intuición musical la heredó de su padre que, aunque ciego, dirigía una rondalla y tocaba el órgano en su pueblo. Por su parte, su madre le transmitió una voz modulada que pronto comenzó a educar en el canto de la jota, así como también una sensibilidad muy especial para la interpretación. A los once años, ayudado por su tío Elías García, a la sazón párroco de Valbona, se trasladó a Barcelona para estudiar en los Salesianos, donde complementó su formación cultural ordinaria con estudios de música, guitarra y piano. La difícil situación económica de su familia no le permitió continuar con sus estudios de música, por lo que se colocó como tipógrafo, al tiempo que cantaba en los coros de las zarzuelas que se representaban en el Tivoli. En 1924, animado y ayudado por todos aquellos que vieron en él grandes facultades para el canto (quizá también por los triunfos de Fleta, el inmortal tenor aragonés, en Italia), se trasladó a Milán, “ la Meca del bel canto”, para completar su formación musical. Tras ejercer diversos oficios y estudiar bajo la batuta del maestro Arnaldo Galliera, inició una tan meteórica como exitosa carrera como tenor. Su rotundo triunfo en el Teatro del Casino Municipal de San Remo, con la ópera de Verdi Rigoletto, en febrero de 1925, con más de catorce noches seguidas de representación, le abrió las puertas de importantes escenarios operísticos de diferentes localidades de Italia. En España su presentación tuvo lugar en la primavera de 1925, en el Teatro Tívoli de Barcelona, interpretando al protagonista de la ópera Manón, acompañado por la gran soprano francesa Genoveva Vix. Tras su éxito en la ciudad Condal, parte hacia Egipto con la compañía de Pietro Mascagni, donde tras triunfar en El Cairo y Port Said, fue abandonado en extrañas circunstancias, protagonizando un curioso episodio con conflicto diplomático incluido con los aviadores españoles, Esteve, Loriga y Gallarza, que en esos momentos se encontraban realizando la gesta de cubrir la distancia entre Madrid y Manila y habían hecho escala en El Cairo. De vuelta en España, retomó su carrera artística y para ello marcha de nuevo a Italia para continuar con su formación como cantante y seguir ampliando su repertorio operístico. Allí regresó a los escenarios y cantó junto a la gran diva Toti Dal Monte, en los teatros más emblemáticos del país, como por ejemplo en el de La Fenice, de Venecia. En 1927 debutó en Madrid en el teatro de la Zarzuela con El barbero de Sevilla, acompañando a la mejor mezzosoprano de la época, Conchita Supervía. En el aria del primer acto se acompañaba él mismo a la guitarra y siempre el público le reclamaba uno o varios bises de la misma (desde pequeño tocaba magníficamente la guitarra). Su carácter sencillo y bondadoso le llevó a compaginar escenarios, desde los más elevados hasta los más humildes. Así, tan pronto cantaba en el Palacio Real en la cena de los Embajadores ante Alfonso XIII y Victoria Eugenia (lo hizo en múltiples ocasiones, por eso se le denominó como “el tenor de los Reyes), que interpretaba unos motetes en la Real Capilla el día en que tomó la birreta el cardenal de Toledo, cantaba el Himno de la Exposición Universal de Sevilla, actuaba ante más de 16.000 espectadores en la Plaza del Pueblo Español de Barcelona o se emocionaba ante los heridos de la guerra contra Marruecos en el Hospital de Carabanchel, a los que entregaba lo mejor de sí mismo con intervenciones más populares, en especial jotas, de las que fue un interprete muy especial, un verdadero maestro. Los días 4 y 5 de mayo de 1929, convertido ya en un verdadero divo y en loor de multitudes, bajo la dirección del maestro Arturo Saco del Valle, se presentó en el teatro Marín de Teruel con Manon y El barbero de Sevilla, en sendas funciones a beneficio de los niños tuberculosos de Sarrión y Teruel. El lleno fue total y el éxito absoluto. Hacia principios de los años treinta ya casi no se representa ópera en España, por lo que se dedicó sobre todo a la zarzuela, género en el que también alcanzó interpretaciones memorables, estrenando algunas de las más importantes del momento, es el caso de La moza vieja, del maestro Luna, Romero y Fernández Shaw, en cuyo estreno, en 1931, en el teatro Calderón, estuvo flanqueado por Celica Pérez Carpio, Flora Pereira y Aníbal Vela, o El ama, de Luis Fernández Ardavín y Jacinto Guerrero. Aunque quizá la zarzuela con la que más éxitos obtuvo fue con La Picarona, de Francisco Alonso. Cansado de las representaciones diarias que exigía el mundo de la zarzuela, se orientó hacia los conciertos (en plazas de toros y teatros de las principales capitales españolas) en los que interpretaba un variado repertorio de romanzas de ópera, fragmentos de zarzuelas, canciones italianas y españolas (algunas de las cuales eran escritas por él mismo, pues siempre fue un inspirado letrista) o jotas, con las que siempre cerraba sus actuaciones y regalaba al público con generosidad. En esos conciertos le acompañaba un pianista joven, Juan Quintero, al que había contratado para actuar en una ocasión en Zaragoza. El trabajo en común fue tejiendo una profunda amistad y una colaboración artística importante que alcanzó un éxito sin precedentes en su momento con la popular canción “Morucha”, escrita por Juan García y música de su amigo. En 1934 decidió formar una pequeña orquesta, integrada por doce profesores, para que le acompañaran en sus canciones. Así nació la agrupación “Juan García y su orquesta”, con la que recorrió España y Portugal. En 1935 inició una corta carrera cinematográfica de la mano de los destacados realizadores Edgar Neville y Benito Perojo, con los que grabó varios cortos y compuso algunas piezas musicales para sus películas. A comienzos de 1936, su espectáculo fue contratado por Radio Belgrano, de Buenos Aires, hacia donde embarcó. Nunca más volvió a pisar la tierra de España. Pero su patria siempre le acompañaba allá donde fuese, de manera que en todas sus actuaciones cantaba unas jotas, en especial títulos de fuerte sabor popular como la “Sarrionera”, “La regoldevera”, “No te subas a la parra”, “Despacico y callandico” o “La fematera”, de la que por cierto llegó a vender más de 500.000 copias de su grabación, un verdadero éxito para su época. Pese a dejar más de doscientas grabaciones, falleció en el olvido en la capital argentina el 14 de agosto de 1969 de un infarto. Fuente: Unión Musical de Carrión
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